Vecinos, a votar: Francia decide si pone su Gobierno en manos de los ultras de Le Pen

Vecinos, a votar: Francia decide si pone su Gobierno en manos de los ultras de Le Pen

La segunda vuelta de las elecciones legislativas galas llegan con encuestas que dan por ganadora a la Agrupación Nacional, pero sin absoluta. Ellos han dicho que o van con todo o no buscarán alianzas. Los demócratas han logrado unirse contra AN. 

Una ciudadana vota en su colegio electoral de Saint Denis (París), el pasado 30 de junio, en la primera vuelta de las legislativas.Pierre Crom / Getty Images

"El voto es más fuerte que una bala", decía el presidente de Estados Unidos Abraham Lincoln, que ya sabemos cómo acabó, Derringer mediante. En las papeletas está el poder del pueblo, para evolucionar y para involucionar. Todo. En las urnas, Francia decide este domingo cuál de los dos caminos tomar, si deja su Gobierno en manos de una ultraderecha nacionalista, racista, hiperproteccionista, limitante, rancia y que nada a contracorriente del siglo XXI, o aún mantiene su fe en las otras formaciones, atomizadas, divididas, desgastadas, pero defensoras del progreso y la democracia. 

Los votantes franceses enfrentan a esta decisión crucial en la segunda vuelta de las elecciones parlamentarias anticipadas, que podrían llevar al país su primer Gobierno de ultraderecha desde la ocupación nazi de la Segunda Guerra Mundial, o a un parlamento sin ninguna mayoría, o quizá a alguna suma insólita en la historia del país. Nadie lo sabe aún. Sólo tenemos como referencia el primer round de esta convocatoria, del pasado 30 de junio, cuando el partido de Marine Le Pen, Agrupación Nacional, se impuso con cerca del 33% de los votos, su primera victoria en unas legislativas.

Ahora, los sondeos auguran que se impondrá de nuevo, pero que los números no le darían la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional, lo que le complicaría notablemente las cosas. Ha perdido cierto fuelle en estos días, porque contra la AN, ha revivido el llamado Frente Republicano, un bloque unido de izquierdas, centro y liberales, que tiene por principal propósito de que la derecha radical no toque poder. "Voto a mi rival para derrotar a mi enemigo", en palabras de Édouard Philippe, exprimer ministro del presidente Emmanuel Macron.

Lo que ya ha pasado ya

En la primera ronda del domingo, la Agrupación Nacional y sus aliados se pusieron en cabeza con en torno a un tercio de los votos. La coalición Nuevo Frente Popular, que incluye fuerzas de centroizquierda, verdes e izquierda dura, quedó en segundo lugar, por delante de la alianza centrista del presidente Macron: alcanzó el 28% de los votos aproximadamente, mientras que Ensemble, los liberales, obtuvieron cerca del 21%.

Los candidatos del AN y sus aliados encabezaron la primera vuelta en 296 de los 577 distritos electorales de Francia, el domingo 30 de junio, ganando 39 de ellos directamente con más del 50% de los votos, una hazaña que ningún candidato de extrema derecha había logrado antes.

Docenas de candidatos que ganaron al menos el 50% de los votos en ese 30-J fueron elegidos directamente. Los demás escaños son los que ahora van una segunda vuelta entre los dos o tres aspirantes más votados. Debido a la alta participación el pasado domingo (66,71%), más de 300 circunscripciones tuvieron a al menos tres candidatos calificados para la segunda vuelta.

Los rivales de la AN se movieron muy rápido y, pese a sus diferencias ideológicas y programáticas, intentaron evitar que los de Le Pen, con su candidato a primer ministro, Jordan Bardella, en cabeza, obtenga una mayoría absoluta en la nueva ronda. La coalición de izquierda, en la misma noche electoral, dijo que retiraría a sus candidatos en distritos donde terminaran en tercer lugar para ayudar a respaldar a otros candidatos opuestos a la ultraderecha. El macronismo tardó unas horas más, pero hizo lo propio. 

Al fin, el martes, más de 210 candidatos dieron un paso al lado. Un gesto costoso y generoso, que pone por delante la necesidad de evitar riesgos. Esta estrategia consiste favorecer que el partido que esté mejor posicionado para vencer al AN obtenga el apoyo explícito de las demás formaciones y que retire a su candidato para maximizar las posibilidades del adversario de partido de Le Pen en caso de "triangulares". Las triangulares se producen cuando aparte de los dos partidos más votados para pasar a segunda vuelta deben competir con un tercero (a veces más) que ha logrado obtener al menos el 12,5% del padrón electoral de la circunscripción. "La extrema derecha está a las puertas del poder, ningún voto debe ir a AN", advirtió el aún primer ministro, Gabriel Attal, el domingo.

La duda es si ahora los votantes apostarán por este bloque para no dejarse caer en brazos de los ultras, si crecerá la abstención de los que no sepan bien quién votar o no se sientan cómodos con nadie, o si seguirá habiendo un porcentaje alto de franceses a los que dé igual el pasado y apuesten por los radicales, que prometen un sistema nuevo. 

Esa estrategia ha funcionado en el pasado, cuando el partido de Le Pen y su predecesor, el Frente Nacional, eran considerados por muchos como parias políticos, que había que aislar con un cordón sanitario. La diferencia es que ahora la AN tiene un amplio y arraigado apoyo en todo el país y que el cansancio con las demás formaciones es alto entre la población. Aunque Francia tiene una de las economías más grandes del mundo y es una importante potencia diplomática y militar, muchos votantes franceses sufren por la inflación y los bajos salarios y tienen la sensación de que la globalización les está dejando atrás. El costo de la vida, la cesta de la compra, el poder adquisitivo. Esas son las verdaderas claves de estas elecciones, todo muy visceral, por urgente. 

El partido de Le Pen, que atribuye muchos de los problemas de Francia a la inmigración, ha canalizado esa frustración de los votantes y construido una red de apoyo nacional, especialmente en ciudades pequeños y comunidades agrícolas que consideran a Macron y la clase política en París como alejada de su realidad. Aún así, el domingo la radiografía cambió: a esa base sumó personas con altos estudios y ciudadanos de ciudades medias y grandes periferias. 

Marine Le Pen, Emmanuel Macron, Jean-Luc Melenchon.Getty Images

Los números

Para intentar barruntar lo por venir, veamos las encuestas. La ultraderecha no logrará la mayoría absoluta en las segunda vuelta de las elecciones francesas del domingo, pero se acercaría bastante si se alía con el partido conservador Los Republicanos (LR), según un sondeo divulgado este jueves, el más reciente. La Agrupación Nacional logrará, así, 210-240 diputados el domingo, señala el instituto demoscópico Ifop, lejos de la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional, que está en al menos 289 diputados. 

LR conseguirá de 25 a 45 escaños, por lo que una hipotética suma de ambos se acercaría a esa mayoría, incluso si en estos momentos esa colaboración no parece muy probable debido al fuerte enfrentamiento entre ambas formaciones.

En segundo lugar de la elección quedará el Nuevo Frente Popular de izquierda, con 170-200 diputados, mientras que la actual mayoría del presidente Emmanuel Macron caerá a la tercera posición, con 95-125 escaños. Los candidatos independientes o de pequeñas formaciones regionalistas se llevarán entre 15 y 27 escaños.

No obstante, hay sondeos de inicio de la semana que eran menos positivos para los ultras, rebajando la horquilla a entre 190 y 220 diputados.

A la vista de los apuros para la absoluta, Le Pen ha insistido a los electores en que acudan a votar en masa porque el triunfo total "es factible", que así "no tendrán que depender de ningún bloque", y menos de quienes "han dejado el país en esta situación", en alusión a los macronistas. Azuzar el miedo a la izquierda a la izquierda de la izquierda ha sido su otra estrategia estos días. Dice que no votar por ellos es dejar Francia en manos de Jean-Luc Melenchon, líder de La Francia Insumisa, que forma parte del frente progresista. Los acusa de querer "la suspensión de la propiedad privada" o "la regularización de los clandestinos". Hasta Macron ha acusado a LFI de ser "antisemita" y "antiparlamentario". Es una de las brechas que hay en el frente antiLe Pen, pese a la voluntad de ir todos a una, y la lideresa lo ha intentado aprovechar. 

La posible convivencia

Si la Agrupación Nacional o cualquier otra fuerza política que no sea su grupo liberal consigue una mayoría, el presidente Macron se verá obligado a nombrar un nuevo primer ministro que pertenezca a esa nueva mayoría. Así son las cosas. En esa situación, conocida como "cohabitación" en Francia, el Gobierno aplicaría medidas que no encajan con el plan del presidente, en mayor o menor medida. Desde luego, si se impone la ultraderecha, el mínimo común será muy mínimo. 

La república francesa moderna ha experimentado esa convivencia en tres ocasiones, la última durante la presidencia del conservador Jacques Chirac, con el primer ministro socialista Lionel Jospin, entre 1997 y 2002. El primer ministro responde ante el parlamento, lidera el gobierno y propone leyes y, por eso, el poder del presidente se ve debilitado en su país durante la convivencia, aunque aún ostenta poderes en política exterior, asuntos europeos y defensa. Por ejemplo, está encargado de negociar y ratificar tratados internacionales. El presidente también es el comandante en jefe de las fuerzas armadas del país y es el custodio de los códigos nucleares.

La Asamblea Nacional, la cámara baja, es la más poderosa de las dos cámaras del parlamento francés. Tiene la última palabra en el proceso legislativo por encima del Senado, que está dominado por conservadores.

Macron no se va, no, ha dicho que aunque haya absoluta de los ultras se mantendrá en el cargo, cuyo mandato acaba en 2027, pero un presidente debilitado podría complicar muchas cosas en el plano internacional. Durante las cohabitaciones previas, las políticas exterior y de defensa se consideraron de manera informal como el “ámbito reservado” del presidente, que normalmente pudo alcanzar compromisos con el primer ministro para permitir que Francia hablara con una sola voz en el extranjero. Pero ahora, tanto la ultraderecha como la coalición izquierdista tienen posiciones en esos campos muy alejadas de la estrategia de Macron, algo que probablemente sería una fuente de tensiones durante una posible cohabitación. Complicado. 

El candidato de ultraderecha, Bardella, ha dicho reiteradamente que pretende "ser un primer ministro de cohabitación respetuoso de la Constitución y del papel del presidente de la república, pero sin hacer concesiones sobre las medidas que aplicaremos". Si llega al cargo, se opondría a enviar tropas francesas a Ucrania, algo que Macron no ha descartado. Bardella también dijo que rechazaría los envíos franceses de misiles de largo alcance y otro armamento capaz de golpear objetivos en territorio ruso.

Jordan Bardella, Gabriel Attal y Olivier Faure.Getty Images

¿Qué pasa si no hay mayoría?

El presidente es quien puede nombrar un primer ministro del grupo parlamentario más numeroso en la Asamblea, aunque no tengan mayoría absoluta, como ocurrió con la propia plataforma liberal de Macron desde 2022, que ha ido sobreviviendo hasta ahora como ha podido, escorada a la derecha para ganar apoyos de Los Republicanos

Sin embargo, la Agrupación Nacional ya dijo que rechazaría esa opción porque supondría que el Gobierno de ultraderecha podría ser depuesto con rapidez en una moción de censura si otras formaciones políticas se ponen de acuerdo. Veamos: si logra entre 207 y 280 diputados, sobre el total de 577, aún podría rogar a algún republicano que le apoye en la investidura y durante la legislatura, sin que sus políticas se vean muy afectadas y sin excesivas concesiones. Un apoyo de gente que ya está radicalizada dentro de las siglas de la derecha de siempre y que, de hecho, ha querido pactar con ellos en estas elecciones. Esa mayoría, sin embargo, se puede disolver en horas, ante cualquier votación, empezando por una moción de censura. Es demasiado débil. Le Pen no quiere tomar el poder y que se lo quiten a las primeras de cambio. 

En cambio, si se queda en los 230 más o menos, la complicación para una suma será mucho mayor. Y también la dependencia. Es por eso que se han multiplicado en estos días los llamamientos a un apoyo masivo por parte de los ciudadanos, hasta lograr la absoluta, que será la única manera que tengan de no estar atados por otras formaciones, de poder aplicar su programa. 

El presidente Macron podría intentar construir una amplia coalición de izquierda a derecha, una opción que parece improbable dadas las grandes discrepancias políticas y los números de este momento, pero en una situación de "emergencia nacional", como dicen en su propio partido, todo es posible. Otra alternativa sería nombrar un "Gobierno de expertos", no afiliados a partidos políticos, pero esto requeriría el visto bueno de una mayoría en la Asamblea Nacional. Ese gabinete tecnócrata se ocuparía en su mayor parte de los asuntos cotidianos en lugar de hacer grandes reformas.

Tanto esta salida como la anterior tienen ecos de lo que ha sucedido durante décadas en Italia, donde se ha optado por Ejecutivos de unidad nacional para garantizar la gobernabilidad o donde se han cedido los sillones a los expertos (Mario Draghi es el nombre que resuena estos días), pero eso implica altura de miras, capacidad de ceder y de entenderse, y la vida política francesa parece demasiado enconada en estos momentos. 

No hay que descartar la opción de una Asamblea endiablada sin mayoría posible. Que nadie tenga la absoluta, que nadie quiera o pueda pactar con otros. Eso llevará al Parlamento al bloqueo parlamentario, imposible sacar nada adelante. La cosa se complica más porque la Constitución gala no permite convocar nuevas elecciones legislativas en un año. Puede que, ante esa incapacidad de ir adelante o atrás, se multipliquen las presiones al presidente Macron para que dimita y así deshaga el nudo, convocando presidenciales antes de su fecha, 2027. 

Y hay que analizar qué repercusiones puede tener cada paso, porque hasta ahora el cordón sanitario ha sido un éxito contra la ultraderecha, pero es una incógnita cómo puede reaccionar la ciudadanía ahora que tienen más mercado, si se les cortan las alas y se les impide gobernar. ¿Generará frustración entre los votantes? ¿Entenderán el bloqueo como positivo o como un veto a sus decisiones? ¿Alimentará la medida el voto futuro de la ultraderecha? Mucho por aclarar. 

Sí es seguro que las negociaciones se alargan demasiado durante las vacaciones de verano y los Juegos Olímpicos de París -que se celebran del 26 de julio al 11 de agosto-, el Gobierno centrista de Macron se mantendría en modo transición hasta que concluya el proceso.

En cualquier caso, salgan los números que salgan, algo ha cambiado para siempre en Francia, que ha permitido a la derecha radical escalar hasta posiciones impensables cuando hace 80 años eran el enemigo, los nazis, los fascistas, los colaboracionistas. De la sociedad francesa se espera una señal al mundo para ver si los tiempos han cambiado irremediablemente y en dos generaciones se ha olvidado el pasado o si se recapacita y se queda al borde del precipicio.