Foto: Facebook: Sofía Vergara

La doble moral de narcolombia

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A raíz de la serie de Netflix, Griselda, se ha reabierto el debate sobre la imagen de Colombia que proyectan estas narco-producciones. La élite sigue empeñada en que la narcocultura es un mito, un hecho del pasado.

Omar Rincón*

La narcocultura

Los políticos dicen que Colombia y los habitantes están permeados por una cultura narco por culpa de la televisión. Recientemente Roy Barreras afirmó, al referirse a la nueva seria Griselda, que es pura “cultura de entretenimiento traqueta”.

Resulta raro y cínico esto de que los políticos ‘tiren hate’ y que echen culpas sin mirarse al espejo. ¿Acaso no se dan cuenta que, sean de izquierda o derecha, se comportan como narcos? Usan ropa de marca, exhiben lujosos consumos, están rodeados de gente paga, rodeados de mujeres exuberantemente sensuales, con un cuerpo de guardaespaldas armados. En fin, con billete hasta la cabeza.

Roy, a través de su cuenta de X comenta: “¿Qué tiene más visibilidad una serie de Netflix donde muestran a Colombia como país de mafiosos y sicarios? O ¿una de las tantas campañas publicitarias que intentan mostrar la riqueza cultural y ambiental, la belleza y el potencial de nuestra patria? Desgraciadamente puede más el aparato comercial que vive de estigmatizar a nuestro país ofendiendo a millones de colombianos de bien. Ya! Suelten a Colombia! No más cultura de “entretenimiento” traqueta!”.

Muy irónico que un político le eche la culpa de las condiciones del país a una serie de televisión, no a su cinismo incompetente. No obstante, la gente de bien estará de acuerdo con esta clase de políticos porque comparten la creencia moral de que ‘mi capital’ sí está bien lavado, no como el de los narcos.

se dice que la narco cultura es producto de todas las series de televisión. Bueno, y puede ser. Pero, quizá somos nosotros, los colombianos, los que tenemos alma de narco y no queremos reconocerlo.

Pero ellos no cambian en ningún sentido sus comportamientos, consumos o creencias. Siguen, repletos de terquedad y narcisismo, anteponiendo la cultura del billete sobre todas las cosas.

Además, para hacerlo más cómico, gran parte de los que reniegan por el contenido televiso están rodeados de personas con recorridos complicados o ellos mismos son todo un enigma ético. Roy, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, el expresidente de Panamá, Ricardo Martinelli, o el alucine de El Salvador, el señor Bukele.

En 2014 El Colombiano se quejó de que la televisión “está de espaldas a la realidad”, que la gente decente siente rechazo contra estas apologías de la cultura mafiosa, que son cosas del pasado y deberían quedarse ahí. “La gente decente” es negacionista, actúan como narcos pero ni se enteran.

A su vez, un correo electrónico colectivo expresaba que hay millones de personas ignorantes, carentes de personalidad y desafortunadas ven a esos personajes como modelos a seguir. Otra vez, los pobres son los ignorantes que se dejan manipular, y no nuestras elites, cuando la clave ha estado en como los poderosos están untados en sus bolsillos, narices y éticas. ¡Ojalá fuera un asunto de los pobres!

El presidente derechista de Panamá, Martinelli, exigió que cambiaran el horario de las telenovelas colombianas porque “exaltan el narcotráfico, robo y atraco”, y corrompen los valores morales. Paradójicamente terminó enjuiciado por corrupto.

El señor de Venezuela, Nicolás Maduro, acusó a las telenovelas de fomentar la “cultura de la violencia”, que siembran la muerte en las calles venezolanas, pues “transmiten antivalores de la muerte, culto a las drogas, a las armas, culto a la violencia. Incitan al odio en la sociedad y se lucran con el dolor ajeno”. Pero él parece viviendo toda una fantasía narca.

Esto refleja que toda esa gente de bien como Maduro, Martinelli o Roy actúan desde una falsa moral. Una moral que indica que el mal está en otra parte pero nunca en sus propios zapatos.

Lo cierto es que las narco-telenovelas son neo-realismos de América Latina. Somos narco-sociedades, sociedades capitalistas que dan todo por el billete y el consumo. Y es que lo narco es la vía paralegal para ser exitosos capitalistas.

Ocurre seguido que se dice que la narco cultura es producto de todas las series de televisión. Bueno, y puede ser. Pero, quizá somos nosotros, los colombianos, los que tenemos alma de narco y no queremos reconocerlo.

Se debería tomar a las narco-series como un espejo de lo que se vivió y se vive en las calles del país, como un espejo de lo que somos. Dejar de pensar que la cultura narco se quedó solo con los narcotraficantes y entender que los colombianos hemos sido permeados por muchas prácticas provenientes de ahí.

Foto: Facebook: Nicolás Maduro - Además de Roy Barreras, otros políticos usan posturas morales para rechazar series como Griselda. Es el caso de Nicolás Maduro, quien afirma que en Venezuela estas series están sembrando la violencia e incitando al odio.

Lea en Razón Pública: A Petro se le olvidó que la televisión pública importa

La narco TV

Lo narco es el motor de la televisión porque es la mina de oro para muchas casas productoras, pero es cierto que la política se ha excusado innumerables veces detrás del negocio del narcotráfico.

El narco es la noticia, es y ha sido la novedad y no parece pasar de moda. La maldad del narco, la militarización de la vida en su nombre y las políticas sobre drogas son la carne de las noticias. Si un político no tiene ideas, todo lo explica escudándose detrás de la cultura narco.

Su otro lado es el eufórico y sensacional espectáculo de las series donde el narco seduce productores, guionistas y espectadores. Dejan de ser un hecho noticioso para convertirse en espectáculo. Ahí Caracol, RCN, Netflix y todos los buenos del mundo han encontrado una mina.

Lo maravilloso de lo narco, aunque muchos se nieguen a creerlo, es que ya está en nuestro ADN colombiche y capitalista. Lo narco no está aislado de Colombia. De hecho, no se puede hablar de Colombia sin lo narco y viceversa.

Las narco-ficciones son un gran invento colombiche. Se ven sabroso, saben rico, prometen risas y admiraciones. Dicen que las hacen con sentido educativo para que los pobres no nos imaginemos participar de ese mundo, pero tienen un impacto totalmente contrario porque se diseñan para glorificar el ‘yopitalismo’.

Las narconovelas y narco-series se caracterizan como formato televisivo por:

  • Su eufórica violencia y el exceso de fiesta.
  • Hombres que no saben hacer nada más que matar, torturar, gritar, consumir drogas, exhibir marcas y maltratar/usar a las mujeres.
  • Mujeres-objetos para poseer y demostrar éxito. Claro, tienen que ser bellas, sensuales y gozosas.
  • Miami como el lugar de la opulencia soñada.
  • Medellín como la capital de la cocaína, los narcos y las objeto-mujer.
  • La violencia y muerte a diestra y siniestra.
  • La policía y la justicia son ineptas y corruptas.
  • Sexo gratuito porque sin tetas no vende.
  • Un discurso reivindicativo sobre lo narco ante la falta de oportunidades sociales como mecanismo para ascender en el capitalismo y la ineficiencia del Estado.

Así, las narconovelas documentan la mejor estrategia en tiempos rápidos y goce del consumo para ganarle al capitalismo, subir de clase, hacer posible la justicia popular. Demuestran la euforia de conseguirlo todo hasta que la muerte lo permita. Acá no se habla de amor y, mucho menos, de vida eterna.

Actualmente se estrenó Griselda, una serie con más de lo mismo que nos tienen acostumbrados las narconovelas, solo que ahora la figura principal recae en una mujer. Es un paso del objeto-mujer a la mujer-macho.

La mayor virtud de la serie es la actuación de Sofia Vergara que en Estado Unidos ha actuado —si se le puede decir así— haciendo el estereotipo de que las mujeres latinas son divertidas, medio brutas, pero con buen culo y tetas. Todos recordarán Modern Family.

Vergara se arriesga a cambiar ese rol, perder belleza, dejar el chiste y hacer un personaje fuera de su prestigio. Bien por ella, demuestra que puede actuar, aunque en otro estereotipo, ahora como la villana sin escrúpulos.

Lo otro jugoso es la música, los autos, bares y casas de esa Miami cubana a la que los colombianos llegaron para reinar vía la cocaína, la droga del capitalismo eufórico.

De resto todo es igualito a todas las narconovelas: machotes bélicos, mujeres carne sabrosa, gringos eufóricos consumiendo, los gringos jugando a policía y los colombianos rompiendo todas las normas del pudor.

El narcocapitalismo

Pero donde todo hace sentido es que lo narco expresa brillantemente la ética del capitalismo. El mensaje es que más vale vivir poco, pero viviendo a toda, y ese vivir con todo es tener billete para consumir.

Muy irónico que un político le eche la culpa de las condiciones del país a una serie de televisión, no a su cinismo incompetente.

Una celebración de la ética capitalista que vende que ser exitoso se demuestra en el consumo y la exhibición de lo consumido. Un alardeo constante para alimentar el ego.

Este ‘yopitalismo’ celebrado y actuado por el narco anunció y concretó la esencia del capitalismo: si no consumes y exhibes, no eres. Y ese es el modelo de éxito en Estados Unidos y, en general, del siglo XXI.

Por eso, tenemos políticos como Bukele, Milei, Trump, Char, Fico o Nicolas Petro, que se comportan igualito a los narcos. Pero esta opulencia y representación no se queda en los políticos, también tenemos a los reguetoneros, deportistas —en especial los futbolistas—, los influencers, los new money, los corruptos, los periodistas de clic, y la lista continúa.

El narco ha sido y es vanguardia ya que desde el siglo pasado nos cuenta el modo capitalista de vivir en la actualidad, en este tiempo. Ese estilo de vida que se exhibe principalmente en Miami y se traduce en tres looks:

  • el buchonismo mex o diablas, lobas y prepagos colombianas, esas que celebramos en Sin tetas no hay paraíso.
  • los alucines que expresan vestimenta, consumos y euforia narco que se celebran en el reggaetón, el corrido tumbao y el ranchenato.
  • lo bélico, donde se juntan buchonas y alucines, para posar luciendo armas con orgullo.

La felicidad es narco

A través de Griselda quedan claras algunas cosas. Se reafirma, por ejemplo, que Miami es el paraíso prometido para los latinos, que Medellín es la capital de la cultura narco, entre otras cosas.

Sin embargo, lo que queda más claro es que la narcocultura no es una moda, no es algo del pasado y no se puede considerar como una situación aislada, alejada de los contextos culturales de los países latinos.

De hecho, todo lo contrario. Actualmente hay una visible entrada e influencia de la narcocultura a diversos aspectos de la vida latina como la vestimenta, el modo de accionar, el exhibicionismo, y, principalmente, la cultura de consumo.

Si bien las series y novelas pueden recrean estos nuevos estilos de vivir para la población latinoamericana, hay que especificar que estas producciones solo funcionan como un espejo de lo que ya está pasando en las calles.

Las producciones narco, de una u otra forma, nos están representando, exhibiendo y educando en que el narco es excelente estilo de vida para hacer dinero. Pero ese afán por el dinero no proviene de las narconovelas, proviene del modelo capitalista en el que el mundo entero está envuelto.

Puede Leer: De la televisión al periodismo digital

2 comentarios

Omar Rincón

Escrito por:

Omar Rincón

*Profesor del Centro de Estudios en Periodismo (CEPER), Universidad de los Andes.

2 comentarios de “La doble moral de narcolombia

  1. Esta serie, como muchas otras del mismo género narco, son excremento social, pero lo paradójico es que en lugar de apartarlo con repulsión y asco, muchos se regocijan en él y además lo enaltecen como una suerte de bálsamo para disque entender nuestro pasado y nuestro presente. Toda una miseria. Gran columna profesor Rincón.

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