Foto: PxHere - Hace tiempo que el negocio de los medios se fracturó.

El duro destino de los medios de comunicación

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German Rey

La crisis de los medios se agudiza y la amenaza de cierre esta próxima a cumplirse. ¿Qué podemos esperar en los próximos años?

Germán Rey*

Pasos de animal grande

Algunos periódicos como El País (Cali) y El Espectador están en quiebra o afrontan serias dificultades económicas.

Estas situaciones no son raras, ni imprevisibles, ni sorpresivas. Pero son tremendas. Y lo peor es que los cierres de medios de comunicación continuarán con un goteo que en cualquier momento se puede convertir en imparable.

El declive ya lleva varios años y las señales que se vieron con estupor en otros países componen nuevamente una profecía que se autocumple. Y lo hace al pie de la letra.

El “eso no me pasará a mi” del optimista desinformado o del ingenuo sordo, ocurrió irremediablemente. Los signos son muchos, casi tantos como los que aún se pueden leer en las estadísticas en que algunos no creen y otros no miran. Empecemos por los primeros.

Signos de una fractura

Hace tiempo que se fracturó el modelo de negocio de los periódicos, las revistas y poco a poco, la radio y la televisión. El modelo era simple: los medios producían información, vendían en la calle o a través de suscripciones y sobre todo recibían el pago por la publicidad de los anunciantes. Pero las suscripciones empezaron a adelgazarse y los kioscos y los voceadores de prensa se fueron convirtiendo en un recuerdo nostálgico del paisaje urbano.

Los ratings alborozados de otras épocas empezaron a desintegrarse y la torta publicitaria empezó a tener otros comensales con un apetito semejante o mayor al que habían tenido los medios durante más de medio siglo. Los tiempos de las rentabilidades aseguradas se esfumaron y aparecieron las nuevas tecnologías con pasos avasalladores que ponen en duda la razón misma de existir de aquellos medios.

Pero ese no era el signo más grave de la debacle. Los lectores analfabetos que estaban excluidos de la prensa a comienzos y entrado el siglo pasado, fueron yendo a la escuela; y sin embargo los porcentajes de lectura crecieron lánguidamente, y aún hoy los no lectores superan ampliamente a los lectores. Entretanto las ciudades crecieron, los modos de vida urbana cambiaron como también sucedió con la vida rural, las necesidades de información se transformaron, la idea de autoridad se modificó y las tecnologías irrumpieron de una manera vertiginosa.

Datos impresionantes

El tercer análisis de la apropiación de tecnologías que realizó el Centro Nacional de Consultoría es impresionante. Internet ya es el medio más importante en información general en Colombia, con un 50%. Le siguen la televisión (77%) y muy lejos la radio (8%) y la prensa (5%). En información confiable aparece en primer lugar la televisión (37%), seguida de cerca por internet (33%), la radio (16%) y la prensa (15%).

Lo que llama la atención de estas cifras es la caída de la confianza en los medios. Cuando se consultan los datos por edad, resulta que los jóvenes confían más en internet (41%) que en cualquier otro medio. Una constatación de algo que ya se sabía: los jóvenes les huyen a los medios, y tienen plena razón para hacerlo. Y hay audiencias —por ejemplo, la de los periódicos— que envejecen.

Buscar información es la segunda actividad en internet (42%), después de ver fotos y videos. Leer artículos de prensa es la décima actividad preferida (24%) y entrar a portales de noticias (23%) la onceava. Leer prensa por internet es una actividad muy rara entre los jóvenes (6%) e ingresar a portales de noticias es un poco más alto entre personas de 25 a 44 años.

Foto: Fundación Gilberto Alzate Avendaño - Aunque se ha reducido el analfabetismo, siguen siendo más los no lectores de prensa que los lectores.

Puede leer: El periodismo en la era de las redes sociales

Los errores de los medios

Pero los signos fueron muchos más y no todos vinieron desde afuera de los medios.

No debemos ver la crisis como una especie de invasión de los bárbaros, donde los medios de comunicación sufren los desastres que les ocasionan otros. Este el síndrome de la “pobre viejecita” que le debemos agradecer a Rafael Pombo, o el de San Sebastián lacerado por las flechas, que nos dejó el cristianismo sufriente.

Los pasos de los bárbaros se estaban dando por dentro de los mismos medios. La complicidad con los poderes, el distanciamiento de los problemas de la gente, la soberbia de comunicadores que se acostaron periodistas y se levantaron vedettes, la pérdida incesante de credibilidad que muestran todos los barómetros de confianza, las concesiones y acomodamientos a la política hegemónica, el cansancio de sus narrativas, la reiteración y limitación de sus fuentes y su incapacidad de innovación fueron problemas que constataban, una tras otro, todos los estudios.

La pregunta que surge es también muy colombiana. ¿Porque pagan justos por pecadores? ¿Por qué la caída en picada es para unos y otros de manera indiscriminada? En palabras concretas: para un periódico regional líder como El País y para otro de más de un siglo de buena historia como El Espectador.

Alternativas promisorias

Para responder a estos interrogantes nos sirven algunos ejemplos. Una primera respuesta es de Perogrullo: porque algunos medios se han movido, han cambiado y han encontrado nuevas alternativas combinadas con viejas lecciones.

Por ejemplo The New York Times, uno de los referente del periodismo mundial que lentamente supera la crisis a partir de la solidez de su imagen, la persistencia en un periodismo de calidad (vieja lección), el trabajo para aumentar las suscripciones, la combinación de la edición en papel y la virtual, la venta de algunos activos innecesarios y el mantenimiento de corresponsalías que comprueban que el mundo existe, a diferencia de nuestras secciones de internacionales tan desmirriadas y provincianas.

La respuesta que ha insinuado en estos días El Espectador es interesante: su edición podría ser entre semana digital y el fin de semana o el domingo impresa y robusta. Lo interesante no es sólo que ya existe digital desde hace años, sino que su redacción ha estimulado experiencias diferentes como “La Pulla” y “Las Igualadas”, con sus aciertos y sus problemas. En el Festival Gabo de Periodismo vi una larga y entusiasta fila de jóvenes que esperaban ansiosos el diálogo en el Parque Explora con los periodistas de La Pulla. Un buen experimento para un periódico centenario que practica una vieja fórmula: sangre nueva para oficio viejo. Nosferatu lo sabía.

Foto: Wikimedia Commons - Mientras unos medios crecen de a pocos, otros caen en picada.

Lea en Razón Pública: La crisis del buen periodismo: ¿cómo diablos financiarlo?

Los medios digitales

Mientras los medios tradicionales caen o se frenan, los nuevos medios no despegan por completo.

Esto se debe a las políticas de las grandes plataformas como Google o Facebook, que por una parte no retribuyen el trabajo de contenidos de quienes usan su soporte y, por otra parte, han estimulado la gratuidad en su afán por captar usuarios, hacerse a sus datos y ganar dinero con su análisis y venta. Bajo estas circunstancias adversas:

• El impuesto digital y otras iniciativas que se están gestando en Europa deberían alimentar fondos, democráticamente administrados, para estimular a los generadores de contenidos y medios independientes.

• El crowdfunding es una estrategia de financiación interesante, así como el apoyo económico de los usuarios y las agencias de cooperación.

• La pauta oficial debería dejar de ser una manera de premiar las lealtades y convertirse en un sistema democrático de administración de los dineros públicos para respaldar la creatividad, el servicio a la comunidad y la independencia de los medios y productores de contenidos.

• El modelo inglés de asignar una parte de los impuestos a los medios públicos es interesante, siempre y cuando no sean oficialistas o una simple caja de resonancia de las instituciones del Estado.

Si se pasa la mirada por el paisaje de los nuevos medios latinoamericanos se observan experiencias muy interesantes, tanto de las organizaciones de la sociedad civil que los auspician como de los proyectos informativos que se afianzan lentamente. Entre las primeras está desde Ipys en Perú hasta la FLIP en Colombia, desde Abraji en Brasil y Fopea en Argentina hasta la Fundación Gabo en Colombia. Y entre los segundos se pueden mencionar El Faro, Chequeando, Ciper, La Silla Vacía, Razón Pública, El Pitazo, Armando Info, Las Dos orillas, Efecto Cocuyo, Agenda Pública, Piauí, Clic. Y la lista crece.

Una actitud censora se expande

El panorama de los medios de comunicación continuará cambiando.

A los temas tratados se agregan otros nuevos: los ataques populistas de gobernantes que los declaran enemigos públicos, la aparición de proyectos de activismo que se anuncian descaradamente como periodismo, la judicialización creciente de los periodistas, las confusiones y distorsiones informativas en las redes sociales, la renuencia de las grandes plataformas a enfrentar problemas como la propaganda de odio o las discriminaciones racistas y los nuevos macartismos, algunos disfrazados de progresismo.

Como lo señalaron esta semana en una carta 150 renombrados intelectuales, “El libre intercambio de información e ideas, la savia de una sociedad liberal, está volviéndose cada día más limitado. Era esperable de la derecha radical, pero la actitud censora está expandiéndose en nuestra cultura: hay una intolerancia a los puntos de vista contrarios, un gusto por avergonzar públicamente y condenar al ostracismo, y una tendencia a disolver cuestiones políticas complejas en una certeza moral cegadora”.

Mientras la libertad de expresión y el periodismo no sean un asunto de toda la sociedad, con una presencia efectiva en la agenda pública, la realidad de los medios se complicará. Pero después de todo, entre tormentas, declives y redefiniciones, se irá delineando el periodismo del porvenir.

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Germán Rey

Escrito por:

Germán Rey

*Profesor e investigador en comunicación y cultura, fue defensor del lector del periódico El Tiempo.

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