El cierre de Arcadia

¿Qué hay detrás del cierre temporal de Arcadia?

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Publicaciones Semana se escudó en la crisis económica, pero todo sugiere que se trata de una decisión ideológica. En cualquier caso, la gran perdedora es la cultura colombiana.

Pedro Adrián Zuluaga*

Esa terrible mañana

Todo ocurrió de forma abrupta, inesperada y violenta. El pasado lunes 16 de marzo los colaboradores de la revista Arcadia enviamos textos, ilustraciones, recomendaciones y columnas para la edición 172, según el plazo convenido para su entrega.

Eran, claro, días de mucho nerviosismo, de aislamiento voluntario y de dar vueltas en torno a una idea ya de por sí escurridiza: el porvenir, el futuro. Sabíamos que muchas cosas podían cambiar y que algunos de esos cambios nos afectarían directamente. Sabíamos que una emergencia de salud como la que estamos viviendo cambia las prioridades, y que en un país tan frágil como el nuestro, la cultura quedaría más relegada que nunca. Sabíamos todo esto, pero hacíamos como si nada.

En la mañana del pasado martes 17 —esa “terrible mañana”, como la describió Juan David Correa, uno de los tres directores que tuvo Arcadia en tres lustros— Sara Malagón, la editora de la revista, nos envió un mensaje escueto pero emotivo en el que nos informaba que Publicaciones Semana había decidido suspender la edición impresa cuyo material ya estaba reunido y, como si fuera poco, prescindir de ella y del director de la revista, Camilo Jiménez Santofimio.

En una entrevista publicada ese día en la versión digital de El Espectador, Malagón contó que hubo dos reuniones en el edificio de Semana: una con Alejandro Santos a la que ella asistió y otra con Sandra Suárez, la gerente de Publicaciones Semana, a la que asistió Jiménez Santofimio. Ambas tenían el mismo objetivo: comunicarles la decisión de suspender la revista y darle fin a sus contratos.

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Rabia e indignación

La indignación se hizo sentir de inmediato. Los colaboradores, líderes de opinión y representantes de entidades culturales lamentamos y rechazamos la decisión, primero en redes sociales y luego en una carta abierta firmada por decenas de personas. La misiva era una afirmación de estatura intelectual y ética frente a una decisión vertical que delataba un gran desprecio por la cultura y el pensamiento crítico. Esa violencia simbólica logró que la comunidad intelectual que Arcadia había reunido durante 15 años se identificara como tal.

Arcadia, titan de la cultura
Foto: Radiónica
Arcadia se convirtió en una especie de titán abanderado de la cultura
Para nadie es un secreto que, al igual que Guarnizo, Arcadia no estaba alienada acríticamente con el actual gobierno.

Si la crisis del coronavirus fue la razón que el Grupo Semana puso sobre la mesa para justificar su decisión, un colectivo en otro tipo de emergencia (la emergencia de su conciencia como grupo) le respondía: “¿Qué es lo que contrarresta el miedo, lo hace retroceder y lo convierte en vida? El lenguaje que comunica, no el que aterroriza o fragmenta ni el que da órdenes sin racionalidad ni juicio. ¿Qué es lo que buscamos ahora y lo que necesitamos para vivir, para no perder el sentido? Alegría, confianza, amor, expresión del pensamiento libre. Estar con otros, de maneras nuevas e imprevistas. Poder creativo.”

De esa indignación surgió también la fuerza para llenar ese porvenir que en medio de la crisis (de cualquier crisis) luce siempre tan incierto: “Ahora queremos un nuevo proyecto, que sea independiente para poder continuar con este que acaba de terminar porque dejará de ser lo que era. El nombre de ese espacio tendría que cambiar, pero queremos que parta de las mismas fuerzas. Necesitaremos, más que nunca, el apoyo de los lectores y de todo aquel que esté dispuesto a hacer de este un proyecto económicamente posible.” Mientras tanto, por iniciativa de sus propios autores y como una afirmación de autonomía e independencia, textos e ilustraciones de la Arcadia que no salió empezaron a circular en redes.

En respuesta al rechazo y al malestar generalizado, el Grupo Semana publicó la siguiente aclaración el viernes 20 de marzo a través de sus redes sociales:

En vez de calmar los ánimos, este comunicado encendió la sospecha de que la crisis económica provocada por la confluencia de los precios del petróleo y el coronavirus no era la verdadera razón del despido de los periodistas que lideraban Arcadia. Apareció entonces un interrogante obvio: Si el plan era darle continuidad a la revista adaptándola a la coyuntura, ¿no eran Jiménez Santofimio y Malagón los más idóneos para seguir remando con Arcadia en medio de estas aguas turbulentas? Al fin y al cabo, se estaban logrando picos históricos de tráfico digital, y gracias a una serie de alianzas con entidades públicas y privadas la operación de la revista era económicamente viable. De hecho, justo antes de su cierre temporal, la revista había empezado a incursionar en otro tipo de contenidos digitales como los podcasts y tenía una presencia importante en numerosos eventos culturales gracias a sus carpas Arcadia.

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Una publicación incómoda

La salida de Jiménez Santofimio y Malagón coincidió con el despido de José Guarnizo, editor general de semana.com y periodista crítico frente al “Proyecto de nación uribista”. Para nadie es un secreto que, al igual que Guarnizo, Arcadia no estaba alineada acríticamente con el actual gobierno. Después de su suspensión, muchos lectores recordaron ediciones como aquella sobre la economía naranja cuya portada decía en letras blancas “La economía naranja es una visión muy limitada de algo que cubre todo el abanico de la humanidad”, una frase escéptica de Antonio Caballero, autor del artículo central. Los lectores también recordaron el editorial del número 63 en el que se leía, repetida una y otra vez, una única consigna: “No más líderes asesinados” y el artículo central de la edición 171 –la última, por ahora– que criticaba el rumbo que ha tomado el Centro Nacional de Memoria Histórica y ratificaba su apoyo a la misión que defendieron los predecesores de Darío Acevedo.

En una entrevista con Bluradio, Sara Malagón contó que cuando Alejandro Santos le comunicó la decisión de suspender Arcadia y darle fin a su contrato y al de Jiménez Santofimio, estaba “realmente conmovido”. Como era de esperarse, la rabia de los lectores se ha dirigido principalmente hacia los Gilinski, nuevos socios mayoritarios del Grupo Semana, puesto que, desde su llegada, Semana ha sufrido numerosos cambios editoriales incluyendo el ingreso de nuevos columnistas y el esfuerzo por fortalecer el canal digital liderado por Vicky Dávila.

Todo esto ha acrecentado la sospecha de que fue una decisión tomada por motivos ideológicos. Así lo manifestó la primera directora de Arcadia, Marianne Ponsford, luego de la aclaración que el Grupo Semana publicó en sus redes sociales:

«[…] Lo que hizo Publicaciones Semana fue aprovechar la coyuntura para sacar de tajo a dos pensamientos incómodos. Camilo Jiménez Santofimio y su editora Sara Malagón supieron imprimirle a la revista un espíritu valiente de compromiso social con el país. No en vano lo rodearon tanto la Cooperación Internacional como los gobiernos de Europa. […] ¡Fue por eso! Y ahora, asustados ante la reacción del sector cultural y la avalancha de solidaridad con Camilo, los de Semana publican un aviso en Instagram diciendo que la revista sigue. Que los rumores del cierre son falsos. Quiero decirles que NO. Que Arcadia no sigue. Que Arcadia sí se acabó. […] porque es imposible hacer un proyecto cultural afincado en la censura».

Hace quince años, Ponsford concibió una revista cultural enfocada en el periodismo sobre lo que –siendo imprecisos dado que son términos algo desuetos– podríamos llamar las bellas artes o la alta cultura. Pero en estos tres lustros la cultura cambió y el país también. El cierre o transformación de suplementos culturales de circulación dominical como los de El Heraldo de Barranquilla y El País de Cali, convirtieron a Arcadia en una especie de Titán empeñado en informar, con rigor y calidad periodística, acerca de obras artísticas, eventos culturales y procesos que, en las dos direcciones siguientes de la revista, las de Juan David Correa y Jiménez Santofimio, reconocieron el vínculo entre la cultura, la sociedad y el poder. Con su ausencia, no perdemos solo los lectores, pierde todo el ecosistema de la cultura en el país.

Arcadia
Foto: Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte
Arcadia era necesaria para leer el país cultural y el país a secas
Todo esto ha acrecentado la sospecha de que fue una decisión tomada por motivos ideológicos.

El último coletazo de la crisis ocurrió el martes 20 con la renuncia de Felipe Sánchez Villarreal, encargado hasta ese día de la operación digital de Arcadia. Así explicó su salida:

«Seguro habrá muchos otros profesionales que estén dispuestos a construir esa nueva publicación, que no dudo que estará más acomodada a la visión cómoda de la cultura como entretenimiento del Grupo Semana que de la apuesta arriesgada, reflexiva y maravillosa que sus tres directores (Marianne Ponsford, Juan David Correa y Camilo Jiménez), sus equipos y su red de aliados, columnistas y colaboradores nos esmeramos por construir en sus quince años de existencia».

Sobre la continuidad de Arcadia y sus nuevos enfoques se sabe muy poco. Radiónica interrogó sobre este tema a Juliana Restrepo, exdirectora del MAMM y de IDARTES y nueva encargada de proyectos culturales del Grupo Semana y ella respondió que por ahora el Grupo Semana no dirá nada más al respecto.

Lea en Razón Pública: Ataques a las voces críticas: ¿estrategia o coincidencia?

La importancia del archivo

Es importante señalar que, además de una comunidad intelectual, Arcadia creó un archivo que debemos defender. En su columna “Las orejas del lobo”, publicada en la edición de Semana que circuló el domingo después de la crisis, el periodista Daniel Coronell escribió: “Los accionistas de Semana son dueños de la marca, de su magnífico edificio, de los equipos, muebles y enseres, pero no de la información. La información es un bien público, y solo se puede ejercer en beneficio de los ciudadanos, no de desquites empresariales».

Con estas palabras, Coronell criticó el manejo que Semana le dio a cierta información sobre el Grupo Prisa justo después de que La W –propiedad de ese grupo– informara sobre lo ocurrido con Arcadia y otras publicaciones del Grupo Semana.

Quiero terminar este artículo señalando que el archivo que Arcadia acumuló durante quince años (que incluye a las revistas impresas, pero también al contenido digital) forma parte del patrimonio nacional y, en consecuencia, no debe ser silenciado ni escondido. Arcadia es fundamental para entender el plano cultural del país y el país a secas.

*Periodista y crítico de cine. Twitter: @pedroazuluaga

 

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Pedro Adrián Zuluaga

Escrito por:

Pedro Adrián Zuluaga

*Periodista y escritor

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