La mayor colección de hongos del mundo podría revelar los misterios de la captura de carbono

Una investigación está descubriendo el papel clave que desempeñan los hongos para que los suelos absorban carbono, y cómo las acciones de la humanidad están causando estragos en el misterioso mundo fúngico del subsuelo.
Hongo seco sobre fondo azul
Fotografía: DAVID WILMAN

Es difícil perderse los grandes de Kew Gardens. La colección botánica de Londres alberga altísimas secuoyas y nenúfares amazónicos gigantes capaces de sostener a un niño pequeño. Cada primavera, sus enormes invernaderos se llenan de technicolores de múltiples especies de orquídeas.

El mundo que hay bajo la tierra

Pero lo mejor de Kew hay que buscarlo bajo tierra. Bajo un laboratorio, en el extremo oriental del jardín, se encuentra el fungario: la mayor colección de hongos del mundo. Dentro de una serie de cajas de cartón verde hay unos 1.3 millones de especímenes de cuerpos fructíferos, las partes de los hongos que aparecen en la superficie y liberan esporas.

Lee Davies, responsable de las colecciones del fungario del Real Jardín Botánico de Kew, en Londres.

Fotografía: David Wilman

"Se trata básicamente de una biblioteca de hongos", explica Lee Davies, conservador del fungario de Kew, "lo que nos permite tener una referencia de la biodiversidad fúngica: qué hongos hay en el mundo y dónde encontrarlos". Los archiveros, que por alguna razón llevan sombreros de hongo, flotan entre las estanterías digitalizando afanosamente el vasto archivo, que incluye alrededor de la mitad de todas las especies conocidas por la ciencia.

En la jerarquía de las causas medioambientales, los hongos han ocupado tradicionalmente los últimos puestos, sostiene Davies. Él mismo fue llevado al fungario contra su voluntad. Davies trabajaba con plantas tropicales cuando una reorganización de personal le llevó a los entornos de temperatura controlada del fungario. "Me trasladaron aquí en 2014 y es increíble. Lo mejor, me encanta. Ha sido una reconversión total".

Secar especímenes los preserva para su estudio a largo plazo. Estas setas fueron liofilizadas.

Fotografía: David Wilman

La propia epifanía de Davies es el eco de un despertar más amplio del aprecio por estos organismos olvidados. En 2020, el libro del micólogo Merlin Sheldrake Entangled Life: How Fungi Make Our Worlds, Change Our Minds, and Shape Our Futures (Vida enredada: cómo los hongos crean nuestros mundos, cambian nuestras mentes y dan forma a nuestro futuro) fue un éxito de ventas sorpresa. En el videojuego y la serie de HBO The Last of Us, es un hongo ficticio del género Cordyceps que se come el cerebro el que envía al mundo a una espiral apocalíptica. La colección Kew incluye una tarántula infectada por Cordyceps: unos zarcillos fúngicos salen de los suaves huecos entre las extremidades del insecto muerto.

Emil Ghaffar, estudiante de máster, examina al microscopio los hongos micorrícicos de las raíces de las plantas.

Fotografía: David Wilman

Mientras el mundo se despierta a estos fascinantes organismos, los científicos se familiarizan con el papel crucial que desempeñan en los ecosistemas. En un laboratorio situado justo encima del fungario de Kew, la micóloga Laura Martínez-Suz estudia cómo los hongos ayudan a secuestrar carbono en el suelo, y por qué algunos lugares parecen almacenar mucho mejor el carbono del suelo que otros.

El suelo es una enorme reserva de carbono

Hay alrededor de 1.5 billones de toneladas de carbono orgánico almacenado en los suelos de todo el mundo, aproximadamente el doble de la cantidad de carbono que hay en la atmósfera. Los científicos solían pensar que la mayor parte de este carbono entraba en el suelo cuando se descomponían las hojas muertas y la materia vegetal, pero ahora está quedando claro que las raíces de las plantas y las redes de hongos son una parte fundamental de este proceso. Un estudio realizado en unas islas boscosas de Suecia descubrió que la mayor parte del carbono del suelo forestal procedía de las redes de raíces y hongos, y no de la materia vegetal caída desde la superficie.

Hongos ectomicorrícicos en las raíces de un roble, donde mantienen una relación simbiótica.

Fotografía: David Wilman

La investigación de Martínez-Suz se centra en los hongos micorrícicos, un amplio grupo de hongos que coexisten con los sistemas radiculares de las plantas. Los hongos micorrícicos forman redes que pueden rodear las raíces de las plantas y, a veces, introducirse en ellas, transfiriéndoles nutrientes y agua a cambio de carbono. Se sabe que alrededor del 90% de las especies vegetales establecen estas redes de comercio simbiótico con distintas especies de hongos. "Estas plantas están cubiertas por estos hongos. Es increíble. Son pequeños pero están por todas partes", explica Martínez-Suz.

Esto tiene serias implicaciones para los planes de plantación de árboles. La plantación de nuevos bosques es una de las principales esperanzas para el secuestro de carbono, pero cada vez hay más pruebas de que las redes de micorrizas podrían ser cruciales para el éxito de estos intentos. Según un estudio de replantación, un bosque de abedules y pinos plantado en un páramo del norte de Escocia no aumentó las reservas de carbono del suelo ni siquiera después de casi 40 años en el suelo. Los investigadores que llevaron a cabo el estudio creen que podría deberse a que la afluencia de nuevos árboles alteró las delicadas redes micorrícicas del páramo ya presentes.

"Sustituir el conjunto completo de hongos por otros tiene implicaciones para el secuestro de carbono a largo plazo en el suelo y la biodiversidad", advierte Martínez-Suz. Su proyecto actual consiste en comparar muestras de bosques de zonas poco contaminadas, como el norte de Finlandia, con las de regiones muy contaminadas, como Bélgica y los Países Bajos. Según ella, los hongos de las regiones contaminadas son menos diversos, lo que podría repercutir en la capacidad de esos bosques para almacenar carbono.

El principal responsable es la contaminación por nitrógeno, que entra en los suelos a través de la quema de combustibles fósiles para la electricidad y el transporte, y a través de la agricultura. Un exceso de nitrógeno modifica la composición de los hongos del suelo, de modo que disminuyen los que mejor retienen los nutrientes y bombean carbono al suelo.

Pero hay esperanzas de que los bosques puedan cambiar la situación. Un estudio realizado en los Países Bajos descubrió que cuando se reducía la contaminación por nitrógeno, las especies de hongos beneficiosos empezaban a volver a los bosques. El peligro, según Martínez-Suz, es que si se presiona demasiado a los ecosistemas, puede que no queden esporas de hongos para estimular las poblaciones.

Tantos hongos desconocidos

Si queremos entender mejor cómo influyen estos hongos en ecosistemas críticos, tenemos que llegar a conocer todas estas especies". Los micólogos creen que casi el 90% de las especies de hongos del mundo están aún por descubrirse, y los archiveros de Kew están apenas a mitad de camino en el largo proceso de digitalización de su colección para que los investigadores puedan saber fácilmente dónde y cuándo se encontró una especie.

Cada año entran en el fungario unos 5,000 especímenes más, y las estanterías están abarrotadas de muestras a la espera de ser deshidratadas y almacenadas. Muchos de ellos, según Davies, son enviados por micólogos aficionados fascinados por el mundo de los hongos. "La gente de instituciones académicas como ésta les envía material para que trabajen en él y hagan identificaciones, porque son expertos mundiales aunque no tengan formación oficial. Son realmente obsesivos. Es genial".

Este artículo aparece en el número de julio/agosto de 2024 de la revista WIRED UK. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.